Cuando somos madres, al afuera -casi siempre- le interesa angustiarnos.
A todas ustedes, les dedico mis poemas y mis abrazos. Acá estoy, todas las veces que lo necesiten:
Cuando prendí fuego la palabra culpa
la vi volviéndose cenizas y desaparecer.
Me encontré desnuda en el campo fértil,
llena de oxígeno,
invitada, por primera vez,
a confiar en mí.